Sin ver ni el árbol, ni el bosque
Dicen que la Madre Monte es la guardiana de los bosques tropicales andinos. Las familias campesinas que la han visto aseguran que es corpulenta y elegante, mitad mujer, mitad monte. Dicen también que vive en los sitios enmarañados y en el nacimiento de las quebradas. Deidad de los pueblos indígenas, de piel y ojos de lagarto, cubre su cabeza con un sombrero grande de paja y hojas que esconden su rostro.
En la mitología del piedemonte andino-amazónico están las huellas de las reivindicaciones ambientales que calientan las agendas climáticas globales del siglo XXI. Hay que tomarse el tiempo de volver a esas leyendas para comprender las múltiples funciones de los bosques boreales, templados y tropicales de nuestro planeta. Bosques que cubren un tercio de la superficie terrestre y juegan un papel fundamental en la vida de muchos de sus habitantes. Alrededor de 1.600 millones de personas —incluidas más de 2000 culturas indígenas— dependen de esos entornos para la subsistencia.
Caquetá es el departamento de mayor deforestación en Colombia
Los bosques son los ecosistemas terrestres más diversos: albergan más del 80 % de las especies animales y vegetales. Constituyen el depósito más importante de diversidad terrestre y cumplen un rol muy importante en el ciclo del agua, al proteger las cuencas hidrográficas, de las que proviene el 75% del agua dulce disponible a nivel mundial. Sin embargo, en la mayor parte del mundo y en especial en los trópicos, miles de hectáreas de bosque desaparecen cada año a causa de la deforestación y otras miles sufren procesos de degradación, en especial en aquellas zonas donde la deforestación es masiva y permanente, sin dejar posibilidades de regeneración.
Los bosques albergan más del
80 % de las especies animales y vegetales
El campo, lo mejor
Ruth Doris Camilo Caldón vive en el piedemonte de Colombia junto a su familia. La finca está en las montañas de uno de los departamentos de mayor deforestación del país. Hasta allí llega la cámara de Fabio Valderrama, documentalista, creador del Festival de Cine Ambiental de Mambe de Caquetá. La lente sigue sus pasos. Es la mañana, es el mediodía y también es la tarde de Ruth en la Comunidad de Vereda Ospina Pérez, Albania, Distrito de Caquetá, en la amazonía colombiana. “Creo que lo mejor es el campo”, repite Ruth en voz alta.
En este escarpado macizo del sur occidental donde vive Ruth, se enmarca la Región del Piedemonte Andino-amazónico. Una zona vital en la que se recargan los ríos Putumayo y Caquetá, dos afluentes del Amazonas que confluyen con sus altos niveles de diversidad de flora y fauna. Es una franja de piedemonte que conecta la Amazonía colombiana con Los Andes y es el sitio elegido por el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV) para implementar medidas de adaptación al cambio climático a través del Proyecto Resilientes de EUROCLIMA+, financiado por la Unión Europea.
El CIPAV trabaja en una región que alberga 29 ecosistemas con alta diversidad biológica, donde numerosas comunidades indígenas y campesinas como la familia de Ruth Doris Camilo Caldón, Marlio Yovany Rivera, Ruidela Serquera y su hija Liliana Zambrano conviven apostando a la producción de leche en una ganadería de doble propósito bajo el enfoque sostenible.
El proyecto Resilientes trabajó en una región que alberga 29 ecosistemas con alta diversidad biológica
“Caquetá es el departamento de mayor deforestación en Colombia", explica Antonio Solarte, referente del CIPAV y del Proyecto Resilientes de EUROCLIMA+ en Colombia. "La tala de bosques es promovida por una serie de actividades de grandes capitales que pugnan por apropiarse de tierras, promoviendo cambios de uso del suelo hacia modelos de ganadería extensiva, en un contexto de aumento de la temperatura e intensidad de las precipitaciones”, explica Antonio Solarte, referente del CIPAV y del Proyecto Resilientes de EUROCLIMA+ en Colombia. “Lo que nos propusimos es aplicar un enfoque de intervención de sistemas ganaderos con un criterio de conservación de la biodiversidad y de restauración e intensificación ecológica sostenible para sistemas agrosilvopastoriles”.
Caquetá es el foco de esta crónica, con sus montañas, colinas y llanuras de suelos frágiles que lo caracterizan, sumado a altas precipitaciones.
Caquetá, con pueblos ancestrales como los Inga, Korguaje, Witoto, con una composición étnica heterogénea, con población indígena variable producto de la movilidad espacial del Cauca y Nariño primero, de la colonización española más tarde y de los colonos, mucho tiempo después. Caquetá con sus hacendados en las primeras décadas del siglo XX, con migrantes de diferentes culturas y departamentos y con la guerrilla más antigua del continente en las últimas cuatro décadas del siglo pasado.
Después, historia reciente, el ingreso de grandes capitales ilegales que hicieron claros a fuerza de motosierra y establecieron actividades ganaderas en predios de 100, de 800, incluso de 1000 hectáreas. Y ahí mismo se puso en jaque al bosque; porque en esta región de Colombia, la deforestación tiene relación directa con la ganadería extensiva.
Hasta los años 90 en Caquetá predominaba la agricultura con los cultivos de maíz, arroz, plátano, yuca y la producción de especies menores. Durante cincuenta años la guerrilla impidió talar el bosque, más por control férreo del territorio que por convencimiento ambiental. De ahí en adelante, se inicia la reconfiguración hacia los cultivos de uso ilícito, disminuyendo la diversificación de la producción agrícola. A partir de la firma de los tratados de paz, se observa un incremento exponencial del negocio ganadero. Las deficientes oportunidades de crédito, las políticas públicas desarticuladas con el territorio y la débil presencia del Estado tornaron más vulnerables las condiciones de las familias campesinas que vivieron durante décadas en el territorio.
La ganadería extensiva es uno de los principales agentes de deforestación a través de la tala y la quema para la implantación de pastizales
Resilientes en la Amazonía.
Comunidades ganaderas de Caquetá
Enfrentan el cambio climático
Entre los años 2017 - 2020 las cifras de deforestación en el Caquetá estuvieron entre el primer y segundo puesto a nivel nacional con un rango de deforestación del 15% al 45,89% de las alertas tempranas de deforestación. Esto generó gran preocupación en las comunidades rurales y diferentes entes públicos y privados, debido al aumento de la tala y quema de los bosques para el establecimiento de pastizales para ganadería. Sistemas extensivos se amplían a medida que los suelos agotan capacidad productiva. La extracción de madera de tipo informal y establecimiento de cultivos ilegales suman presion sobre los bosques.
Hoy la economía del Caquetá se debate entre propuestas innovadoras de tránsito esde las economías ilícitas a las economías lícitas, con la necesidad de conservar el equilibrio ambiental en la alta Amazonía, mientras que las concesiones mineras y licencias de exploración petrolera atentan contra las economías campesinas y contra la biodiversidad.
El loco del clima
En medio de esas paradojas viven las familias campesinas y ganaderas de Albania y Belén de los Andaquíes. Pura diversidad ecológica, máxima escasez. Y por añadidura, el cambio climático pisándoles los talones de los campesinos. “Aquí el invierno y el verano están como locos. Los meses que supuestamente uno espera que sea el verano, está puro invierno”, relata el productor Marlio Yovany Rivera.
Lo primero que el equipo del Proyecto Resilientes hizo en Caquetá fue analizar con familias campesinas, ganaderas e indígenas de Albania y Belén de Andaquíes -como las de Marlio Yovany Rivera- los impactos del cambio climático en la región. Y en esas percepciones iniciales asoman los indicios de la variabilidad y de los riesgos: inviernos crudos que causan inundaciones y disminuyen la producción de forraje, dificultan el manejo del ganado, erosionan los suelos y producen encharcamiento. Se verifica entonces un impacto en la economía familiar y una baja producción de alimentos para los agricultores, con la aparición de plagas y enfermedades en cultivos, pastos y animales.
El verano, en tanto, causa sequías y disminución de agua en fuentes hídricas. Se incrementan los accidentes en humedales, muere algunos animales y se verifica una baja calidad de agua que afecta al consumo de pasto en animales, con la consecuente disminución de la producción.
Adrián Rico es un joven investigador del CIPAV. Vive en Florencia, la capital de Caquetá y explica cómo se abordaron estos talleres participativos: “Se trabajó con la metodología del análisis de riesgo climático donde se contrastaron las percepciones y datos históricos climáticos. En verdad, es muy importante la disponibilidad de datos agroclimáticos para el desarrollo de medidas de adaptación que respondan a los cambios que se presenten en el futuro para mejorar la resiliencia de la ganadería familiar”.
A través de este trabajo participativo se identificaron 39 medidas de adaptación, de las cuales se priorizaron aquellas vinculadas al mejoramiento de áreas para pastoreo, afirmado de callejones, bancos mixtos de forraje, estufas eficientes, conservación de fuentes de agua y potabilización, procesadores de abonos y diversificación pecuaria, construcción de biodigestores, cosechas y acueductos ganaderos.
En la finca de Ruidela Serquera y su hija Liliana Zambrano, por ejemplo, se construyó una cocina eficiente que consume menos leña y disminuye la contaminación que tanto afecta los pulmones de las mujeres campesinas, responsables de las tareas domésticas en todas las fincas del piedemonte.
-Es rápida, económica y ya no como humo -dice Ruidela, que padece una afección pulmonar crónica- Sufro de asfixia y cuando voy al médico me dice que es porque he cocinado toda la vida con leña.
La FAO sostiene que más de 2 billones de personas dependen de la energía de la madera para cocinar o calentar ambientes. Tan sólo en América Latina y el Caribe existen 20 millones de habitantes que utilizan leña como fuente principal de energía. Es usual a lo largo de los Andes, desde Centroamérica hasta el sur austral, encontrar fogones para cocinar, calefaccionarse, calentar agua y espantar insectos.
Son millones de usuarios que usan biomasa. La mayoría lo hace a fogón abierto o con tecnologías muy poco eficientes. Según datos que aporta la Global Alliance for Clean Cookstoves, entre 2010 y 2016 fueron distribuidas alrededor de 116 millones de cocinas, de las cuales 80,9 millones fueron cocinas limpias y/o eficientes. Las cifras pueden parecer superlativas pero sólo representan el 4% de los dos billones de personas afectadas. Es más, investigaciones recientes revelan que, de 68 estados nacionales que cuentan con programas de acceso a la energía, sólo 11 tienen programas orientados a cocinas mejoradas.
Ganadería y deforestación
La ganadería bovina constituye una actividad económica importante en el Caquetá, ya que aporta el 14,2% del PIB, tanto por su participación en el inventario ganadero nacional (figura en el cuarto lugar con 2.213.096 cabezas de ganado) como en el departamental por su producción diaria de leche (1.737.558 litros/día), que es concentrada en 20.486 predios ganaderos.
Caquetá presentó una disminución de la deforestación, por el establecimiento de sistemas sostenibles de producción
A pesar de la importancia que la ganadería tiene en el Caquetá por su aporte económico, esta actividad pecuaria es uno de los agentes de deforestación a través de la tala y quema para el establecimiento de pastizales que son utilizados como sistemas extensivos. Se han expandido sobre suelos de la planicie amazónica, susceptibles a la erosión y de drenaje pobre a moderado, lo que provoca la degradación de suelos y emisiones de gases de efecto invernadero, con cambios en todos los componentes del sistema climático y aumento de la probabilidad de impactos irreversibles para las personas y los ecosistemas (IPCC, 2014).
Se estima que el cambio climático tendrá impactos negativos en la ganadería colombiana con caídas en la producción de leche y carne de hasta 7,6% y 2,2%, respectivamente, así como pérdidas en la capacidad reproductiva. Caquetá será una de las regiones afectadas. Por eso resulta vital identificar de modo participativo medidas de adaptación para mejorar la resiliencia de la ganadería familiar en el piedemonte andino-amazónico del Caquetá.
Se estima que el cambio climático provocará una caída de hasta 7,6% en la producción de leche
El proyecto Resilientes se propuso mejorar la resiliencia de la ganadería familiar en el piedemonte Andino-Amazónico del Caquetá. Con el propósito de conservar y proteger las áreas boscosas y las fuentes de agua, plantearon un enfoque de trabajo sobre la conservación de la biodiversidad y servicios ecosistémicos, restauración ecológica e intensificación sostenible de la producción, que se realiza a través del diálogo de saberes y co-construcción para lograr un bienestar de la familia a escala de finca y de paisaje.
Es lo que denominan el canje ecológico productivo: consiste en el desarrollo de acuerdos de conservación en las zonas de humedales y bosques afectados por la actividad ganadera para avanzar en procesos de restauración pasiva y activa para generar conectividad ecológica e intensificación de la producción sostenible.
¿Compite el pastoreo con la selva como reservorio frente al cambio climático? En los últimos cinco años, las cifras de deforestación fueron récord debido al aumento de la tala y quema de los bosques para el establecimiento de pastizales en sistemas extensivos ganaderos. “Los suelos van agotando su capacidad productiva, a eso se suma la presión sobre los bosques que ejerce la extracción de madera de tipo informal y el establecimiento de cultivos de uso ilícito”, reconoce Antonio Solarte del CIPAV. Aún así, y de acuerdo al último boletín de Detección Temprana de Deforestación (abril-junio 2021), Caquetá presentó una disminución de la deforestación, por el establecimiento de sistemas sostenibles de producción.
Antonia explica que Belén de los Andaquíes, por ejemplo, es un municipio con bastante cobertura boscosa gracias a que tiene una gobernanza forestal fuerte, con comunidades organizadas y conscientes del poder de la conservación.
Los bosques son piezas claves en los procesos climáticos porque ayudan a mantener el equilibrio en los niveles de oxígeno, dióxido de carbono y humedad en la atmósfera. Cuando se talan o queman árboles, se libera el dióxido a la atmósfera y se interrumpe el ciclo hidrológico. En los trópicos, miles de hectáreas de bosque desaparecen cada año a causa de la deforestación. A escala regional, las condiciones cambiantes de la tierra pueden reducir o acentuar el calentamiento y afectar la intensidad, frecuencia y duración de los fenómenos extremos.
Un estudio de suelos y zonificación de tierras elaborado en 2015 por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi advirtió que tan solo el 1% (92.522 hectáreas) del departamento es apto para la producción agropecuaria. El 83,7% de esta zona del país está compuesta por páramos, cuerpos de agua, humedales, bosques y selvas, zonas catalogadas como áreas para la protección y conservación ambiental, y por territorios protegidos bajo ley: los Parques Naturales Nacionales. Esta gran “mancha verde” deja poca tierra para la producción.
Solo el 1,03% de los suelos caqueteños es apto para cultivar o criar ganado
Adrián Rico y Antonio Solarte reconocen estas condiciones del Piedemonte Amazónico donde la naturaleza insiste en imponer sus condiciones. Esa región constituye una de las áreas de Colombia con mayor integridad ecológica. El 90% de los ecosistemas de la cuenca alta del Río Caquetá se mantienen intactos y la vegetación entre 300 y 4.100 m de elevación, está prácticamente ininterrumpida.
Por eso en los municipios de Belén de los Andaquíes y Albania propusieron el co-diseño de medidas de adaptación, a partir de talleres participativos con las familias ganaderas. Juntos analizaron los conceptos básicos del cambio climático, identificaron las principales amenazas que conducen a impactos negativos en los sistemas que pueden verse afectados e identificaron los riesgos climáticos para encontrar posibles respuestas como medidas de adaptación.
En la Amazonía la expansión de la frontera agrícola; las tensiones entre la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos y los modelos productivos extractivistas que promueven el acaparamiento de tierras y usos no sostenibles de los recursos naturales, tanto por sistemas empresariales como por los de subsistencia de los colonos; la debilidad de la gobernanza en estos territorios, acentuada por la falta de información y claridad sobre los derechos de propiedad de la tierra, son el escenario en el que se agudizan algunas de las causas del cambio climático.
Actuar, es el imperativo del presente.
Actuar, es la única alternativa.